de Joan Rubal
Señora
Fabra,
No lo
dude usted ni por un momento: estamos” jodidos” y son ustedes
quienes nos estan “jodiendo”. Lo que ocurre es que siendo
nosotros, el ciudadano común, por lo general hijos de gente a la que
le toca menos la lotería que al afortunado de su señor padre, este
estado nuestro es ya algo más cercano. Vaya, que no es menos extraño
el hecho de estar jodidos.
Yo,
que soy uno de los que afortunadamente aún mantiene un empleo, debo
decir que si usted con esa expresión tan clara y tan llana no se
dirigía a los parados, debería usted igualmente irse a su casa. No
sé si a “practicar” sus labores, a ejercer alguna profesión
liberal (en cualquiera de los sentidos de la palabra) o bien a vivir
de las rentas de su señor padre, (ese hombre tocado por la suerte
con maneras políticas de estar todavía al otro lado del túnel del
tiempo.
Debería
usted irse por torpe, por desconsiderada, ya sea con los parados ya
sea con sus compañeros de hemiciclo a los que se ve, claramente, que
no respeta. Es por esa falta de respeto que a usted le sale del alma
lo que dicen que dijo: “que se jodan”.
Vaya
que cuando la práctica política de un parlamentario es (con esa
terrible sinceridad suya un “que se jodan”) es que ese
parlamentario es indigno de estar donde está. Se trasluce un aire de
sectarismo (del que los ciudadanos estamos hartos), una “refinada”
mala educación y una vulgaridad (de la que ya no aceptamos más); se
le nota casi “resentimiento” cuando ustedes llevan solo 6 meses
gobernando (debe venirle ya de lejos) y, sobre todo, señora Fabra,
es que los ciudadanos estamos (y usted perdone) hasta las mismísimas
narices de gente como usted, que entienden que ahora es su turno y
que, por ello, los demás nos hemos de aguantar.
Si
fuera otro el caso, le sugeriría que acudiera a su padre para que
junto a él (persona madura) reflexionara sobre el valor, sobre los
valores del sistema democrático. Lo que ocurre, señora Fabra es
que, “en este su caso”, no sé yo si el remedio no sería peor
que la enfermedad. Vaya que a lo mejor tenemos que grabar un Barrio
Sésamo especial para los Fabra para explicar lo de “lejos” y
“cerca” pero con “democracia” y “dictadura”. Imagínese a
Epifabra y Blasfabra (casi blasfemia) enseñando conceptos básicos
como estos.
En
esta tesitura, me planteo alternativas y creo que la única salida
que nos queda a los ciudadanos es pedirle a su señoría educadamente
(nosotros, sí) que nos libere de su miseria y se vaya a su casa.
No se
preocupe, soy consciente de las posibilidades que tengo de ver en
usted un rasgo de vergüenza para irse. Lo sé, lo sé. Puedo
imaginarme que renunciar a un cargo que le permite vivir como dios
(con minúscula, por eso no le pido perdón) y además sentirse como
un Dios (y perdone usted).
Me
dirá, quizás que usted no necesita la política; quizás, que usted
ya era rica por su casa; que le viene de familia, que su marido,
consejero de una comunidad, también aporta unos ingresos
sustanciales. Pues aún más a mi favor, señora Fabra: si usted es
rica por su casa y no necesita la política ni el cargo, váyase y
líbrenos de su insultante presencia; si su señor padre la puede
mantener a usted, lo mismo, que la mantenga su padre y no la
ciudadanía a quien insulta con su ocupación de escaño; si su
marido es consejero, libere un hueco y deje paso a alguien de la
lista que no tenga otros ingresos en casa (difícil, ya que ustedes
son todos una gran familia). Y, finalmente, señora (por decir algo)
Fabra-que-se-jodan, no nos obligue a esta humillación de otro
político que además de vivir del erario público se nos mea encima
con esa actitud tan maleducada y tan de desprecio a sus compañeros
de hemiciclo (en el mejor de los casos) y a todos lo parado de
España, en el peor. Sólo decirle que, en el caso de que la
expresión se dirigiese a sus compañeros, deben darse por insultados
todos los votos que hay detrás de esos compañeros suyos. Todos y
cada uno de los ciudadanos.
Vaya,
señora Fabra, dicho con todo el cariño, respeto y consideración de
que soy capaz, haga usted el favor de irse a su casa y, si puede,
llévese a su padre para que el PP del resto de España no se vea de
nuevo en blanco y negro en la parodia del “Martínez el Facha” a
quien me recuerda. Hágannos el favor de seguir jugando a la lotería
que tan buenos resultados les ha dado y deje de ocupar un escaño
para el que se ha demostrado indigna. Mire, dimita y tómese ya el
resto de su vida de vacaciones.
Mi
propuesta al señor Rajoy es que, atendiendo a la política de
recortes, si se pudiera articular legalmente, estaría bien cerrar
ese escaño definitivamente. Vaya como con las camisetas de los
deportistas cuando se retira un número en honor de un gran
jugador... Si, mujer, se anula el escaño y se aprueba una
modificación legal pera reducir en 1 el número de escaños totales
a repartir en la elecciones de ahora en adelante. Podrían incluso
llama a la enmienda de la constitución la “enmienda Fabra”. Así,
señora (perdone) Fabra su gesto no sería sólo ejemplo de miseria,
de desprecio a otros, de mala educación y desconsideración. Por lo
menos tendría una lectura positiva, aunque fuera a nivel histórico.
Imagine una crónica del futuro: “las palabras de desprecio -
vulgares como formas de un parlamentario y miserables por el fondo-
de la señora Fabra inició el camino a una reforma que llevó a una
reducción del número de Diputados a los 250 actuales, o 200”.
Puede imaginárselo, señora (y perdone) Fabra?
Vaya
que no la entretengo más, que seguro que tiene usted muchos insultos
a los parados que proferir todavía hoy y muchos ciudadanos a los que
ofender. Lo dicho: lárguese, por lo que más quiera y no ensucie más
el parlamento con su actitud soez y despectiva.
Por
cierto que lo de profesional liberal, no lo entienda mal. Bueno,
vaya, entiéndalo como quiera. No merece usted otro trato.
Váyase,
señora Fabra. Recuerda?
Bye,
bye, Fabra. No vemos en Castellón...o no.
Recordando
a Matías Prats padre en sus emisiones de la lotería nacional
debería haber cantado: (“lluvia de millones en Benavente....y en
casa Fabra”
Bueno,
no la entretengo más, señora (y usted perdone) Fabra.
Ah, y
dele usted recuerdos a su señor padre
Suyo
ofendido
Joan
Rubal (si, ya ve: además, soy catalán. Que cruz, ¿no?